El contrapoder silencioso de la danza académica, por Zulai Macias Osorno

Por Zulai Macias Osorno

La práctica de la danza escénica está asegurada por una disciplina que exige cumplir patrones de productividad y eficacia corporal, con la finalidad de colonizar, unificar y volver afirmativos a los cuerpos de sus practicantes. Las formas de subjetivación que se producen en las instituciones dancísticas y que se traspasan al escenario exhiben una micropolítica que configura un discurso de sometimiento, y que supone juegos de poderes entre alumnos y maestros, y entre coreógrafos y ejecutantes.
Una estructura tradicional se asoma en la jerarquía autor-ejecutante. En esta jerarquía, el autor es reconocido como el creador que vigila, reúne y dirige, para orquestar su propio pensamiento sobre cuerpos sometidos, que deben representar, ilustrar o adornar ideas ajenas. La misma jerarquía, la vemos con el maestro que enseña a sus discípulos cómo crear a partir de patrones bien estructurados y con poco margen de experimentación.
Estos sistemas de restricción definen gestos, y así cada cuerpo impregnado de ciertas técnicas se mueve dentro de un orden asumido como natural, en una operación que forma parte de una puntillosa interiorización disciplinaria que afecta directamente al alma. El cuerpo queda limitado a reproducir ciertos parámetros, como si las prácticas corporales fueran códigos cerrados. Las posibilidades creativas del cuerpo se coartan.
Entonces, la danza escénica combate contra la apariencia demasiado humana de la anatomía, para finalmente retar a la imperfección, en busca de un espacio de trascendencia y de autocontrol. Sin embargo, esta danza desterritorializa la realidad cuando coloca en el escenario cuerpos no cotidianos. Acto seguido, la reterritorializa, volviendo al cuerpo objeto estético y estático, envuelto de belleza muda y armónica, sin margen para problematizar nuestro estar en el mundo.
No obstante todo esto, es justamente este cuerpo disciplinado el que siempre ataca silenciosamente su propia estabilidad: este cuerpo que es embestido porque se sabe que de él mismo emana la capacidad de resistencia, este cuerpo, sitio de todos los controles, es a la vez su propio potencial cuando encuentra su desarrollo en lo excesivo, más allá de la mera introspección. Este cuerpo se vuelve desafiante; es un hacedor de mundos, es una mirada que constantemente bebe del otro. Al decir de Paul Valery, “un cuerpo tiene, por su simple fuerza y por su acto, poder bastante para alterar más profundamente la naturaleza de las cosas de lo que jamás el espíritu en especulaciones o metido en sueños consiguiera”.
La danza, efectivamente, requiere de cierto tipo de disciplina y de repetición. Pero, ella es patrón y ruptura a la vez. Desde esta experiencia en la que el sujeto debe extraerse ante toda realidad habitual y estática, la danza puede abrir, irrumpir, crear y trastocar el orden corporal.

Bibliografía
-Derrida, Jaques, El teatro de la crueldad y la clausura de la representación, Barcelona, Anthropos, 1989.
-Valery, Paul, El alma y la danza, México, Me cayó el veinte, 2006.

Una respuesta a “El contrapoder silencioso de la danza académica, por Zulai Macias Osorno

  1. laura donado

    que chevere

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